CRISIS FINANCIERA “Y” CRISIS DE INNOVACIÓN
La latencia de la crisis financiera internacional y la insoportable levedad de las políticas aplicadas por los países desarrollados para “dar la vuelta a la esquina” reviven un debate interesante y vital para el destino del capitalismo tal como lo conocemos hoy: “¿La crisis actual es una crisis financiera o una crisis de innovación?”. Como en todo, habemus dos bibliotecas, al menos.
Voy a producir una innovación. La crisis financiera actual es la cara visible de la crisis de innovación. Veamos:
A partir de los desarrollos de los “mercados” financieros centrales y emergentes, posibilitado por las tecnologías de la comunicación e información y potenciada en la incontenible ola de innovaciones en productos y modelos de negocios financieros, se perdió contacto con la economía real, sus posibilidades y sus necesidades para el desarrollo sustentable, creándose un mundo en parte ficticio, con su propia dinámica. Ese mundo, financiero, fue vendido como la panacea y la expresión de las infinitas posibilidades que tiene el sistema de crear valor sin importar su vínculo real. Un indicador es que las operaciones en los mercados financieros representaban mensualmente 1.5 veces el valor del producto real de la economía global.
La crisis financiera expresa la crisis de innovación porque la caída de gran parte de aquello que se considerada una de las innovaciones más importantes de los últimos tiempos y que generaba buena parte del PIB mundial, está en crisis. La innovación está en crisis porque precisamente lo está su máxima expresión de fines del siglo 20 y principios del 21. La explicación está dentro, no fuera. Esto no quiere decir que en muchos sectores, fuera del capitalismo financiero, se hallan realizado innovaciones relevantes que apalancaron el crecimiento, sino que todo estuvo lejos de frenar los efectos de la crisis financiera, y menos aún motorizar una salida.
Este es un caso donde la innovación se pasó de “rosca”, se transformó en obsesión, diría, se olvido de la economía real, de su sustento y vivió con su propia ilusión, dejó multimillonarios (que sacaron a tiempo los activos de ese circuito y la pusieron a resguardo (bonos estadounidenses, futuros de alimentos, etc-) y gente con serios problemas legales por haber engañado a otras gentes con esta ilusiva ola innovadora.
Asimismo, algunos signos adicionales de la crisis de innovación lo marca su importancia actual en el mundo empresario, de las políticas públicas locales, nacionales e internacionales, de la educación. Si es un tema prioritario es porque hay un necesidad o un problema, sino sería parte de lo cotidiano, nada extraordinario. La proliferación de propuestas educativas, programas de gobierno, libros, etc. sobre la temática también marcan la falta de ella. La aparición recurrente (y muchas veces sin aplicación práctica) en las visiones y misiones de las empresas también lo es. Necesitamos innovar!!! Y cuanto!!! para salir de este atolladero que desataron las finanzas sin controles.
¿QUE ES UNA INNOVACIÓN?
Es un concepto versátil y amplio cuando lo aplicamos en la realidad. Para el economista Joseph Schumpeter, creador de la “teoría de las innovaciones” es el establecimiento de una nueva función de producción. En el mundo de los negocios para que algo sea considerado una innovación, en primer lugar, debe ser algo que demande efectivamente el mercado y en segundo lugar, cumplir con alguno de los siguientes atributos: que cambie algo de lo establecido (innovación como renovación) o cambie lo establecido (innovación como novedad). En términos económicos esto último significa una nueva combinación de factores existentes, decimos que esto afecta más que nada la tasa de crecimiento, o un cambio tecnológico, esto impacta el nivel de crecimiento.
Cuando hablamos de innovación pensamos en productos, pero hoy día el campo se ha ampliado a modelos de negocio, procesos, diseño, gestión, es decir ha adquirido un sentido muy amplio y se aplica con mucha versatilidad. Un estudio del Global CEO (2006) en un grupo de empresas señala que quienes innovan en modelos de negocios obtienen un crecimiento del margen operativo de por encima del 5 % respecto de sus competidores, mientras que quienes innovan en productos dicho desempeño es de apenas un 0.25%.
En términos de necesidades, son diversas: alimentación, vivienda, energía limpia, nuevos materiales, medicamentos, entre muchos otros.
En términos de sectores, las esperanzas de un cambio radical están puestas en un puñado: biotecnología, energías renovables, TICs, nanotecnología, entre otras. Algunas de ellas serán las impulsoras de la próxima ola innovadora que impacte la función de producción. La apuesta está hecha, veremos que sucede.
En Argentina, el tema es incipiente, la inversión en I+D+i total (investigación, desarrollo e innovación) representa el 0.6% estimativamente. Lejos de los ratios alcanzados por otros países desarrollados que alcanzan números del 3%. Creemos que aquí aún no hemos comprendido el concepto y su importancia, y menos aún somos buenos practicantes de innovaciones. Hay casos, pero son pocos y su impacto global es insuficiente.
La actual crisis de la innovación está generando nuevos liderazgos, y por tanto nuevas visiones, también se necesitan nuevas formas de organizarse para vehiculizar las innovaciones y transformarlas en beneficios para todos los habitantes del planeta.
Proponemos mirar más allá de la innovación, con visión, para no perdernos otra vez en laberintos ilusorios.