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La política económica pretende alinear la economía al mercado externo. Devaluación, apertura de importaciones y liberación de precios. El déficit comercial aparece en el centro de la escena, ¿Cómo integrar la economía argentina en el mundo de manera sustentable? La clave para enfrentar este desafío parece ser la inclusión de las cuestiones tecnológicas en la estrategia de desarrollo.

ANTECEDENTES

Desde hace algunos años intentamos traducir en términos empresariales lo que acontece en el frente externo comercial argentino. Concretamente lo que se verificó en los años 2000, a nuestros días, fue la imposibilidad que tiene nuestro país para lograr flujos comerciales positivos sostenidos, sin estrangulamiento externo. El modelo de negocios (entendido como la forma de ganar divisas internacionales) vuelve a marcar nuestros límites. Ya en el 2006, en un paper magistral, el historiador económico Pablo Gerchunoff (1) analizaba que a partir del combo “deuda renegociada + superávit fiscal + ingreso de China al mercado” el famoso stop and go de la economía podría sortearse sujeto a que se siguieran ciertas políticas. No es lo que sucedió ni sucede.

Lo concreto es que la crisis internacional del 2008 y otros eventos externos e internos prácticamente pulverizaron ese horizonte de sustentabilidad externa. Es importante señalar que los bienes que tomemos prestados hoy (representado por el déficit comercial), en el futuro tendremos que devolverlos al resto del mundo. Para ello tendremos que tener las capacidades para insertar nuestros bienes y servicios en el mercado internacional.

Nuevamente, en el 2014 hubo un primer síntoma fuerte, el panorama de relacionamiento externo de la economía Argentina ingresó, como tantas otras veces, en un contexto de incertidumbre y expectativa donde las divisas generadas no alcanzaban para satisfacer los  múltiples focos de demanda (bienes e insumos para la industria, turismo, remesas, fuga, etc.). En otras palabras hubo un revival del stop and go.

Más acá en el tiempo, la devaluación 2015-2016, como primer paso hacia la apertura comercial y financiera en curso, está mostrando hasta el momento resultados negativos en el plano comercial. En el primer semestre del 2017 se registró un déficit de la balanza comercial mientras que al mismo tiempo la deuda con el exterior creció en 32 mil millones de dólares.

A diferencia de lo acontecido en 2014, donde la devaluación de poco más del 20% de la moneda se ejecutó bajo un férreo control de las importaciones (y de los precios internos), la devaluación nominal reciente se realizó acompañada de un esquema de liberación de precios y de apertura “gradual” de las importaciones. Tras más de 20 meses, los resultados obtenidos no parecen que fueran a lograr los objetivos propuestos para alinear la economía al mercado externo. El déficit comercial alcanzó los USD 4.500 millones en los primeros 8 meses del año, con un fuerte retroceso de 9,2% de las exportaciones en agosto respecto de igual mes del año anterior.

A la vista de estos acontecimientos, resulta pertinente preguntarnos: ¿Estamos usando los mecanismos correctos para realinearnos con el mundo? Por otra parte, ¿Son consistentes el resto de las políticas con el objetivo de mantener una relación externa sustentable?

PARADIGMAS

Si hay algo que quedó claro en los últimos 30 años en el mundo, es que no da lo mismo para un país producir caramelos que autos. Una economía desarrollada necesita de un sector industrial fuerte, con capacidad de competir y exportar, esto implica inexorablemente contar con el  dominio de la tecnología.  Como lo señala Mario Cimoli (2), Director de la División de Desarrollo Productivo y Empresarial de la CEPAL: “El driver global del gran cambio tecnológico es otra vez la manufactura, con un nuevo modo de producir… la nueva industria está reconvirtiendo los modelos de negocios y el posicionamiento de los países”. Más específicamente, Cimoli se refiere a la robotización y a la automatización.

Si bien es cierto que hoy día el 75% del comercio global son bienes intermedios como consecuencia de la fragmentación de la producción (fenómeno “made in the world”), no todos los países han sido beneficiados de igual modo por este fenómeno. Hay quienes pudieron captar para sus economías (dentro de un concierto ciertamente desigual de recursos, mercados, políticas, dotaciones factoriales etc.) la parte del león de ciertos sectores, mientras que otros se han transformado en meros ensambladores de partes o de líneas de producción de escaso valor agregado.

¿Qué queremos decir con esto? Sencillamente, que una mayor integración con el mundo tiene que contar con una estrategia que tenga en cuenta nuestras capacidades tecnológicas actuales y una política orientada a incrementar nuestra potencia tecnológica donde la manufactura debería ser el sector económico objetivo. Son ellas, hoy más que nunca, las que determinarán con que parte de la historia nos vamos a quedar en los próximos 10 o 20 años.

IMPORTAR PARA EXPORTAR VS. DESARROLLAR PARA IMPORTAR

Hemos forjado un sector industrial con alta dependencia de las importaciones (especialmente el sector automotriz). Cada vez que el mercado interno se expande, tracciona las importaciones por un aumento de la demanda e impulsa el déficit, ya que las exportaciones no crecen al mismo ritmo. Por el contrario, cada vez que se registra una variación de los precios internacionales nuestras exportaciones responden débilmente en términos de cantidad.

Por su parte, debemos poner en consideración que, salvo contados sectores y empresas, en general nuestra cultura exportadora Pyme es débil. Esto se debe a distintos motivos, historia, formación mercado-internista, políticas erráticas, lejanía de los mercados, zona de confort, etc., cuestiones que podremos abordar en otros análisis.

A esto se agrega una información fundamental. El contenido tecnológico de nuestras exportaciones nos ubica en una posición que exige cambios fuertes. Más del 60% del contenido tecnológico de las exportaciones de las empresas PyMEx es bajo o medio bajo. En el caso de las grandes empresas esa participación sube a más del 70%. El desafío de cambiar el perfil exportador, subir el contenido tecnológico y por tanto el valor agregado exportado, es significativo. Las economías se desarrollan mejorando los tipos de productos que producen y exportándolos (upgrading). Hidalgo, Klinger, Barabasi, Hausmann, 2006 (3).

En contextos normales, liberar las importaciones para poder aumentar las exportaciones funciona. Pero en este contexto, esta regla no se viene verificando. Según un estudio de Ecolatina, las importaciones industriales superaron en 8.200 millones de dólares a las exportaciones en el primer trimestre de 2017, lo que representa un “déficit récord” en el comercio exterior de manufacturas. “El recorte en el superávit de materias primas y la agroindustria (-5,2% i.a., llegando a US$ 7.300 millones), fue acompañado de una profundización del déficit industrial (+5,2% i.a.), lo que representa el mayor rojo para un comienzo de año desde que hay registros”.

Esta realidad requiere pensar las cosas desde una perspectiva de desarrollo del país y no desde una doctrina. Se precisa una estrategia inteligente, desde el planeamiento hasta la acción, la misma no puede soslayar de ningún modo la cuestión tecnológica.

La energía y expectativa puesta en el desarrollo emprendedor de Argentina es válida y necesaria. Sin embargo, es una apuesta a largo plazo. En el corto y mediano, posiblemente resulte de mayor efecto, en velocidad y profundidad, trabajar sobre las empresas existentes, aumentando sus capacidades y orientándolas hacia la exportación mediante innovación tecnológica y la mejora de sus modelos de negocios. De este modo se  logrará el incremento de la producción con valor agregado.

Las necesidades están puestas en aquellas que ya emprendieron, fueron exitosas en el mercado interno y tienen posibilidades de movilizarse hacia otros mercados. A ellos hay impulsarlos hacia los mercados internacionales, dándoles las herramientas y los apoyos necesarios para hacerlas competitivas y viables en sus desafíos internacionales. Esto requiere una mirada desde el desarrollo, y mucha táctica.

POR ARRIBA, POR ABAJO, POR EL MEDIO.

Ante el fenómeno planteado, el Gobierno anterior post crisis 2008, intento una salida apelando a las asociaciones estratégicas con economías complementarias (China, Rusia, etc.), con el objetivo de encontrar “huecos” en los flujos del comercio internacional por donde ingresar mercaderías de mayor valor agregado a cambio de inversiones, tecnología o importaciones desde esos mercados. El nuevo Gobierno, en discontinuidad, ha optado por la apertura unilateral + la asociación estratégica con bloques comerciales de Occidente y Asia-Pacífico, las mismas aún están en tratativas.

En definitiva, la estrategia para el Gobierno anterior fue aumentar la colaboración comercial, mientras que para el Gobierno actual es aumentar la competencia con otros mercados. Lo concreto es que el problema sigue estando y requiere tanto de políticas de oferta (productividad, infraestructura, etc.) como de demanda (acceso a mercados, complementariedad, etc.). El camino es por el medio.

Concluyendo, en tiempos de sociedad del conocimiento y avances tecnológicos acelerados, la forma de integración al mundo no solo depende de la política fiscal, cambiaria, monetaria y comercial sino que crecientemente de las políticas de impulso tecnológico. Quién se adelante en ese partido, correrá con ventaja, quién corra con ventaja, tendrá más probabilidades de éxito. La crisis del modelo de negocios de Argentina podría ser la crisis de la política tecnológica y de innovación productiva. Estamos a tiempo.

REFERENCIAS

(1) Pablo Gerchunoff (2006). “Requiem para el stop and go…¿Requiem para el stop and go?”

(2) Mario Cimoli (2017). Diario Ámbito Financiero. “El driver global del gran cambio tecnológico es la industria”

(3) Hidalgo, Klinger, Barabasi y Hausmann (2006). The Product Space Conditions for the Development of Nations.

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