“Lo que ha resultado relevante en el giro hacia el libre mercado nacional y mundial no ha sido nunca la conformidad pasiva con una fórmula institucional dogmática acerca de la forma adecuada que debe adoptar una economía de mercado, tampoco la aceptación de las promesas ingenuas hechas por la doctrina del libre comercio sobre la base de la ventaja comparativa dada. Ha sido cierto grado de éxito en compatibilizar los compromisos. Uno fue descentralizar el poder económico y la oportunidad y ampliar la escala y el alcance de los mercados. El otro, remodelar activamente la ventaja comparativa establecida, mediante la iniciativa gubernamental y la acción colectiva tanto como mediante la empresa privada, reservando de esta manera la capacidad para el desafío y la divergencia en lo nacional.”, de Roberto Mangabeira Unger
En la necesidad de pensar y actuar en la construcción de riqueza para una sociedad siempre se ha reservado un lugar predominante para el sector privado, menospreciando el accionar público ya que la corrupción y la ineficiencia están a la vuelta de la esquina. Este discurso caló hondo en nuestras sociedades en los últimos 30 o 40 años, aún contrariando la propia experiencia de quienes promovían y forzaban la idea (los países desarrollados) que la única forma de salir de la trampa del desarrollo era llevando al Estado a su mínima expresión. Nos llevó a todos a la mínima expresión.
En nuestros tiempos, el lugar reservado al Estado fue mutando, y en la discusión sobre su accionar sobre la economía se han utilizado diversos rótulos que intentan describir su “que debe hacer”. A modo ilustrativo encontré las siguientes etiquetas para el rol del Estado en la economía: articulador, promotor, orientador, regulador, impulsor, interventor, instructor, organizador, ordenador, moderador, entre otros. Obviamente, en esta discusión cada una de estas etiquetas actúa en desmedro de la otra, es decir, no están propuestas para coexistir.
En verdad, y por eso utilizamos el pensamiento de Roberto Mangabeira Unger (libro que recomiendo, La reinvención del libre comercio), la idea de un Estado compatibilizador es la que nos debería atraer. Que significa compatibilizar: posibilitar la coexistencia, la concurrencia o la unión de varias personas o cosas. Es sinónimo de conjugar.
Quizás, lo que no hemos practicado suficientemente, y que podría ser una mirada superadora para el diseño de la economía de nuestro país, es a compatibilizar. En una sociedad de nuestras características, con tantos componentes reaccionarios, es una tarea noble y no exenta de altibajos.
Volviendo a nuestro invitado virtual de hoy, la idea es reservar los desafíos, la divergencia, la diferencia, la impronta en el ámbito nacional, donde Estado y sector privado compatibilizando, a través de la acción colectiva desarrollen las fuerzas vivas de la producción y el empleo.
Nada nuevo que otros no hayan hecho o que no hayamos hecho nosotros hace varias décadas. Esto no ha cambiado, lo que sí ha cambiado es el contexto, que nos lo impusieron como un cambio de este paradigma.
Continuará…