Lo establecido cruje, esta embroncado, hizo todo a su alcance para retornar al pasado y volver a favorecer a los más ricos. Sin embargo, la esperanza y los frutos no recogidos de la tarea realizada por el gobierno actual no le han dado la oportunidad. El pueblo ha mostrado su esperanza de un cambio real en sus vidas, de una construcción de un futuro posible para ellos y posiblemente para el continente y el mundo.
El norte vive la crisis más importante de los últimos decenios, en la mayoría de los casos los países que han tenido elecciones recientes han optado por las opciones más radicales que proponen el ajuste para las mayorías, el recorte de derechos económicos, las exenciones impositivas para los ricos y el perdón para las finanzas (entre otros). Los pueblos saben, pero no siempre ven la oportunidad, no siempre tienen todo claro, tampoco están obligados a verlo, simplemente no lo ven. De esto en el sur sabemos y mucho.
Un ejemplo de cómo opera el mundo económico hoy es que la Argentina es uno de los países con mayor riesgo país. Hay una sencilla y sola razón: calificadoras y fondos buitres tienen un negocio considerable por hacer. Ambas tienen la capacidad, sin regulación ni controles ni transparencia, de someter financieramente a los países. Además, sin importar el esfuerzo que ha hecho nuestro país para poder pagar, nos proponen mostrar que somos “buenos” pagadores a costa de sacrificios de las mayorías para poder volver a endeudarnos y generarles nuevos negocios. Lo mismo que le solicitan a los deudores hipotecarios en los países en crisis para no quitarles su casa, con las cuales hicieron ingentes ganancias especulativas. En España han recortado sus ambiciones por la alta tasa de suicidios de deudores al borde de ser desalojados.
En los Estados Unidos los temas son otros y las cuestiones públicas se evidencian en forma diferente, pero la lógica del poder económico concentrado y mediatizado es la misma, arrinconar para presionar y torcer el destino. Esto ha sucedido con la reforma impositiva, los cambios inmigratorios, el matrimonio entre personas del mismo sexo, la reforma del sistema financiero. Sin embargo, esta semana una mayoría se dio cuenta que es posible construir una sociedad distinta, con otras prioridades, más justa y solidaria, con oportunidades para todos.
Las recetas económicas de lo establecido están en pérdida, dejaron de ser creíbles hace rato, y no por haberse equivocado en innumerables ocasiones, sino por no haberlo reconocido, por su necedad. Equivocar nos equivocamos todos. El mundo requiere un cambio económico, pero está claro, no lo darán quienes nos llevaron a la debacle. A Obama lo criticaron por anti-empresarial, por estar en contra del sueño americano, por haber permitido un mejor acceso a la salud a la clase media baja, por no haber hecho que los deudores hipotecarios la pasen peor. Sin embargo, su gobierno tuvo un gran mérito: salvar a la economía americana de la bancarrota (será poco?), luego de la noche y trasnoche del gobierno anterior.
Luego de esta elección, vendrán tiempos difíciles en el gigante del norte, demasiadas fichas puestas para el triunfo republicano que fueron al pasivo. Obama no lo ha hecho todo bien, menos aún al ritmo esperado por sus votantes, pero todo “huele” que se intentará bloquear lo mejor que tiene para dar: una solución económica duradera para la mayoría del pueblo americano y especialmente para quienes lo apoyaron masivamente, los latinos y las minorías pertenecientes a clase media y baja, con necesidades postergadas. La fortaleza y unidad de sus votantes, la pericia de su liderazgo y la decisión de continuar con las reformas económicas y sociales son la fuerza que puede prevenir que la mayoría del pueblo estadounidense no espere demasiado tiempo para volver a vivir según el sueño americano.