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En estos tiempos, se han desplegado al menos tres argumentaciones alrededor de la cuestión del dólar, que con cierto énfasis han sostenido que la relación peso dólar no es la adecuada para este momento económico de la Argentina. Al respecto vamos a ensayar un abordaje desde la economía política de la coyuntura actual para comprender un poco mejor como se despliega esta realidad que alcanza a agobiarnos diariamente y a poner en dudas los fundamentos económicos presentes.

  1. Nos encontramos con la argumentación científica, la de los economistas del día a día, que sostiene que la moneda esta sobre-apreciada, que hemos perdido competitividad a tal punto que estamos más caros que en 2001 y que de alguna manera la solución es la devaluación ordenada, comprando algunos puntos de inflación adicionales, a la vez que haciendo los ajustes necesarios tanto en el gasto público como en la emisión de dinero para que los puntos adicionales no sean demasiados.
  2. Aparece la argumentación desde la creencia, representada por aquellos que sostienen que estamos en el final de un proceso económico, que la crisis es inevitable (cada 8 o 10 años debe suceder así en Argentina, para estos visionarios) y que por tanto la única salida es la devaluación a la Rodrigo y el cambio de rumbo económico. En este grupo se encuentran muchos colegas y políticos que vienen vaticinando el fin de ciclo desde hace más de 4 años.
  3. La argumentación de la resistencia, de aquellos que tácticamente han encontrado en el dólar paralelo un lugar de negocios, un lugar de resistencia para los menguados pero latentes reductos especulativos informales de nuestro país que con la aparición y ascenso del “blue” realizan interesantes ganancias de capital. En este grupo se nuclean los que les cuesta tener una visión productiva de la Argentina, y propugnan por un país financiero, donde el riesgo país sea el centro de la escena económica.

En estos meses han operado en simultáneo estas tres argumentaciones con la siguiente lógica. Se fundamenta desde la ciencia, se paniquea desde la creencia y se realiza desde la resistencia. Estos comportamientos consolidados tienden a generar malestar y pérdida de confianza rápidamente, y logran tener mucho impacto sobre nuestras mentes. Logran confundir a los argentinos de a pie, y encender la chispa de la crisis cercana y el sálvese quién pueda.

VAMOS POR PASO PARA EVALUAR ESTAS TRES EXPRESIONES

En relación a la sobre-apreciación cambiaria hay elementos mixtos para argumentar de uno y otro lado, ninguno lo suficientemente contundente por ahora como para determinar que el atraso cambiario tiene efectos no deseados significativos de corto plazo a nivel real e impulsar una devaluación desbocada.

Yendo a los números, el tipo de cambio real multilateral de Argentina, se encuentra un 40% por encima del nivel de 2001, es decir tenemos un valor real de nuestra moneda depreciada un 40% respecto de esa fecha en relación a diversas monedas de otros países, incluida el dólar. Si además tenemos en cuenta que la economía Argentina hoy es varias veces la de 2001, los márgenes de maniobra por las escalas de producción ampliadas son mayores respecto de aquel momento.

En relación a la creencia, nuestra historia económica opera como una condena difícil de sortear en nuestro intelecto, pareciera que en algún punto nos gusta que nos pase, disfrutamos de ello, le arrimamos una brasita al fuego, jugamos a la personal. Esto aparece muy claro en amplias porciones de nuestra sociedad, que cada tanto busca en la divisa extranjera una forma de refugiarse de su propio país, de sus propias limitaciones.

Aún así, está claro que no están dadas las condiciones para tamaña crisis, salvo que todos queramos que eso suceda, y hagamos lo que se necesita para que suceda. Lo real es que las condiciones financieras y económicas del país son manejables ante la crisis mundial, y que dependerá de cuál sea su prolongación e impacto, las posibilidades de Argentina de capear el temporal y salir adelante.

En el plano económico local, la salud bancaria es más que aceptable, el nivel de actividad aún cayendo sigue siendo positivo y la balanza comercial (restricciones mediante) sigue aportando los dólares necesarios para pagar nuestra deuda durante este año. Lo mismo se verifica por el costado fiscal.

La tercera es parte de las radios, tvs y diarios de todos los días, no pienso aburrirlos en forma gratuita…

Es decir, la ciencia no tiene nada contundente que avale semejante hecatombe alrededor de este tema, las creencias no tienen un peso específico propio como para transformarse en realidad y las resistencias no siempre son tan fuertes como para transformarse en una barrera infranqueable. En nuestro entender, si existe algún problema económico en este país, seguro que no empieza por el valor del dólar, y si hay algún riesgo para nuestra economía, seguro que no está en esta variable.

Bajo estas interacciones, el Gobierno elaboró la propia, se paró sobre las reservas, desde donde opera la embestida, intuyendo que cualquier movimiento en falso provocará un temporal difícil de manejar y con costos políticos relevantes. Optó por los controles, que es el modo más barato con el que cuenta, y mandó a todos los que por creencia, ciencia o resistencia a comprar dólares en el paralelo. Aún así, el desafío más intenso que nos debería ocupar es el de encontrar y poner en marcha mecanismos nuevos de ahorro para canalizarlos hacia la inversión que permitan potenciar la producción y el empleo. En ese aspecto nuestro país sigue retrasado varios años.

Este es un tema escabroso, difícil, con una alta carga en nuestra psiquis, es peleado, es reñido. El abordaje técnico solamente no es válido, se queda corto porque aquí se juegan las emociones, las historias personales, las pérdidas sociales, los engaños sufridos, las credibilidades traicionadas. Se nos ocurre ponerle un refrán que considero muy aplicable a esta cuestión: “cada uno cuenta la feria según le va en ella”, es decir, cada cual habla de las cosas según el provecho o daño que ha sacado de ellas. Propongo no dejarnos manejar por las circunstancias y pensar más en cómo nos va y como queremos que nos vaya, para no perder la perspectiva en esta encerrona.

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